La Higuera Estéril.

Publicado en por Hermano Jorge Jimenez A

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Queridisimo Hermano en el Señor, te invito a reflexionar sobre la Parábola de la higuera esteril; cuya enseñanza el Señor Jesús nos da a conocer, para que nosotros descubramos nuestros frutos espirituales. 

"Y dijo esta parábola: Tenía uno una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y dijo al viñero: He aquí tres años ha que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo halló; córtala, ¿por qué ocupará aún la tierra? El entonces respondiendo, le dijo: Señor, déjala aún este año, hasta que la excave, y estercóle. Y si hiciere fruto, bien; y si no, la cortarás después" (Luc. 13:6-9).

 

Aqui queridisimos hermanos, el Señor Jesucristo deseaba hacerles notar que las tragedias que se producen, no deben ser consideradas como un castigo de Dios sobre el pecado de los hombres. Los fariseos se consideraban a sí mismos como perfectos (Lc.18:11). Ellos, por tanto, no tendría que sufrir nunca una situación como aquella. Para ellos, aquellas muertes de los galileos, demostraba que tenía que ser unos impíos pecadores. Jesús desea hacerles ver que todo hombre es pecador, por tanto todos los galileos tendría que sufrir un juicio divino, porque no hay justo ni aún uno (Sal.14:1-3; Is.53:1-3). Para poner una base histórica a su argumento, Cristo hace referencia a la torre de Siloé (v.4). Frente a la enseñanza de los fariseos, que afirmaban que estas muertes son consecuencia de un juicio divino, Cristo les enseña que si fuera así, entonces todos en Jerusalén tendrían que morir por sus pecados (v.5). Cristo aprovechó para hacer un llamamiento al arrepentimiento de todos aquellos que se consideraban justos, a fin de que fueran librados del verdadero juicio venidero de Dios (v.5). La pregunta que se formularían muchos de los presentes sería: "¿Por qué vendría este juicio sobre todos?" Cristo contesta a esto con la parábola que se considera.

 

La interpretación: Una higuera plantada en un viñedo (v.6). Una higuera tratada y cuidada con esmero, plantada en el mejor lugar, no como las que nacen cerca del camino (Mt.21:19). Plantada con el propósito concreto de que llevara mucho fruto (v.7). Tal vez el dueño no esperaba que lo llevara en el primer año, pero si en el segundo y aún más en el tercero. La higuera, en esta parábola, tiene el mismo significado que la viña utilizada por Isaías (Is.5:1-7). Dios deseaba ver fruto en las gentes que Él había escogido de entre todas las naciones, para que llevaran gloria a Su Nombre. La referencia directa es, pues, a Israel. La reacción del dueño de la viña (v.7). El desencanto del dueño. El dueño, en la parábola, es figura de Dios. Dios había hecho un pacto con Israel y había confiado el cuidado de la nación a Aquel que era el Mesías de Israel. El Mesías les había llamado al arrepentimiento para que, volviéndose a Dios, pudieran cumplir el propósito divino establecido para ellos (Mt.4:17). El juicio del dueño de la higuera (v.7). Una sentencia concreta, expresada con la precisión de una sola palabra: "Córtala". Había sido juzgada, después de la prueba de un largo período, y era considerada improductiva. Estaba ocupando el lugar que podría ser de otro árbol que diese fruto. El juicio no caería sobre toda la plantación, sino sólo sobre el árbol que había manifestado su esterilidad. La intercesión del cuidador (v.8). El juicio habría podido ser inmediato. La gracia da un nuevo plazo para que la nación de Israel cumpla la función para la que fue llamada por Dios. El Mesías desea atender con más firmeza al árbol que no da fruto. La advertencia sobre el juicio (v.9). El viñador, no pide la supresión del juicio, sino la demora del mismo. Un solemne paréntesis que da a Israel un plazo para rectificar su actitud para con Dios. Este juicio habría de caer sobre el pueblo rebelde en el año 70, con la invasión de las fuerzas de Tito sobre Jerusalén. La realidad de ese juicio indica claramente que no hubo un verdadero arrepentimiento y que la nación de Israel continuó sin llevar fruto para Dios.

 

El Dios Padre, igual que el dueño de la viña, durante tres años del servicio prestado a la humanidad por Su Dios-Hijo, esperaba de los hebreos arrepentimiento y fe. El Hijo de Dios, como un buen y responsable viñador, pide a su Dueño a esperar un tiempo para que Él una vez más trate de hacer la higuera fértil - la gente hebrea. Pero Sus esfuerzos no tuvieron ningún éxito, entonces se cumplió una severa determinación: significando el rechazo de aquella gente que con insistencia se oponía a Dios. La llegada de este temible momento fue cuando el Señor maldijo la higuera que crecía al lado del camino hacia Jerusalén, unos cuantos días antes de Sus sufrimientos en la Cruz (se puede ver en Mateo 21:19).

 

1. El peligro de juzgar a los demás. Los fariseos, y el pueblo en general, en tiempos de Cristo, juzgaban según apariencias, pensando que cualquier problema en la vida de un hombre era producido por el pecado que había cometido (Jn.9:1-2). Cristo enseña que esto no es siempre así (Jn.9:3). Esta creencia es propia de gentes sin discernimiento espiritual y que no han nacido de nuevo (Hch.28:4). Un pensamiento semejante conduce a caer en el error de considerarse superior, moralmente, a los demás, por ausencia de pruebas en la vida. Esto es contrario a la enseñanza bíblica en general sobre la vida del creyente (Rom.12:3). El creyente pasa por pruebas y dificultades como instrucción cariñosa de Dios para su vida (He.12:5-6). La Biblia prohíbe terminantemente juzgar a los demás (Lc.6:37). El creyente no tiene capacidad para juzgar a nadie, porque es potestativo de Cristo el hacerlo (Jn.5:22). El creyente no tiene capacidad espiritual para discernir las "intenciones" con que otros actúan (1.Co.4:5). Juzgar a los hermanos, es juzgar al siervo ajeno (Rom.14:4). El creyente debe saber que sus acciones han de ser examinadas ante el Tribunal de Cristo, por tanto si él mismo ha de ser juzgado, no está en condiciones de hacerlo con los demás (Rom.14:10). La decisión que debe tomar todo verdadero creyente (Rom.14:13). Una seria advertencia (Mt.7:1). El propósito de Dios para el creyente es que lleve fruto (Jn.15:2, 3, 5,8). En una progresión creciente. Lleve fruto (v.2).Lleve más fruto (v.3). Lleve mucho fruto (vv.5, 8).

 

2.- Dios ofrece los recursos necesarios y hace la obra de capacitación para ello. El Espíritu Santo produce el fruto de Dios en el corazón que le está sujeto (Gá.5:16, 18,22-25). Dios busca continuamente este fruto en el creyente. La higuera tenía que presentar un hermoso aspecto, ya que el dueño venía a buscar fruto. Tenía, sin duda, abundancia de hojas. Algunos creyentes tienen apariencia de piedad, pero niegan la eficacia de ella (2.Ti.3:5). Muchos dicen, "Señor, Señor", asistiendo a los servicios religiosos y aparentando mucho interés por cosas espirituales, pero estando lejos de Dios con su corazón (Lc.6:46). Dios desea del creyente el fruto de una vida santa y consagrada a Él (Rom.6:22; Ef.2:10; Tit.2.14). El fruto sólo es posible mediante la rendición incondicional a Dios, en una verdadera comunión con Cristo (Jn.15:5).

 

3. El riesgo de vivir en un estado de rebeldía contra el propósito divino (v.7). La aplicación al creyente está dada por Cristo mismo (Jn.15:2). El creyente no pierde su salvación, pero pierde su recompensa (1.Co.3:13-15). La obligación solemne de cada creyente (Fil.2:12). El creyente no será llamado jamás a juicio para condenación, porque Cristo ha perdonado todos sus pecados, sustituyéndolo vicariamente en la cruz (Col.2:13). El creyente no vendrá jamás a condenación (Jn.10:27-29; Rom.5:1; 8:1). El creyente podrá ser objeto de un juicio disciplinario de parte de Dios, que no lleva la pérdida de su salvación, pero puede acarrear la pérdida de la propia vida. Será cortado (Jn.15:2,6). Los juicios enviados sobre Israel a causa de su pecado, deben servir de ejemplo hoy al creyente (1.Co.10:5-6,11). Una solemne advertencia, para los que consideran de poca importancia la vida de santificación (He.2:1-3). Todavía más grave sobre el juicio divino para el creyente que viva en rebeldía abierta contra Él. (He.10:26-31). Dios puede cortar a un creyente (1.Co.11:29, 30,31,32).

 

4. La gracia de Dios (v.8). Dios concede una oportunidad para rectificar la actitud. Esa rectificación consiste en un retorno a Dios, confesando la esterilidad de la vida y volviendo a las primeras obras (1.Jn.1:9; Ap.2:5).

Dios nos da innumerables oportunidades. A eso se refiere la parábola. Finalmente, uno de los siervos del Señor intercede para que este no la corte. ¿Quiénes son esos siervos que detienen que la mano de Dios ponga el castigo? Somos nosotros mismos con nuestras oraciones, son los consagrados y consagradas a Dios, como los sacerdotes, las religiosas, que con sus sacrificios y peticiones detienen que este mundo se condene a sí mismo. Cada obra buena que hacemos en pro de algún marginado o pobre de Dios ayuda a que el Señor no corte la higuera.

 

Pensemos hoy en nuestros frutos. ¿Cuáles son? ¿Asistir al templo los domingos y salir de allí a una vida de egoísmo? ¿Hacer caridad, visitar a los enfermos, orar por los muertos, los prisioneros, los que tienen hambre, los Pastores, misioneros, evangelistas , la comunidad de creyentes? ¿Alzar nuestra voz contra las injusticias? ¿Dar consejos a quienes los necesitan? Si hacemos este examen de conciencia cada día, nuestros frutos serán cada vez mejores, al poner en práctica las enseñanzas de Jesús de Nazaret.

Etiquetado en parábolas cristianas

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M
Disculpe en esta parábola <br /> Creo que el señor habla de otra cosa <br /> Sí usted quiere le puedo decir lo que el señor <br /> Nos dice en esta parábola
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A
pero igual agradezco tu respuesta gracias
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A
porque, queria saber la enseñanza no otra cosa
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A
no me sirvio de nada
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Y
Quiero recibir enseñanzas por correo
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