Los Trabajadores que Recibieron Igual Pago.

Publicado en por Hermano Jorge Jimenez A

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Queridisimos hermanos el el Señor; los invito a que reflexionemos, sobre la Parabola de los obreros que reciben igual salario:

Y el Señor dijo: "Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a ajustar obreros para su viña. Y habiéndose concertado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Y saliendo cerca de la hora de las tres, vió otros que estaban en la plaza ociosos; Y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que fuere justo. Y ellos fueron. Salió otra vez cerca de las horas sexta y nona, e hizo lo mismo. Y saliendo cerca de la hora undécima, halló otros que estaban ociosos; y díceles: ¿Por qué estáis aquí todo el día ociosos? Dícenle: Porque nadie nos ha ajustado. Díceles: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que fuere justo. Y cuando fué la tarde del día, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. Y viniendo los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. Y viniendo también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. Y tomándolo, murmuraban contra el padre de la familia, Diciendo: Estos postreros sólo han trabajado una hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos llevado la carga y el calor del día. Y él respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no te concertaste conmigo por un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; mas quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito a mí hacer lo que quiero con lo mío? o ¿es malo tu ojo, porque yo soy bueno? Así los primeros serán postreros, y los postreros primeros: porque muchos son llamados, mas pocos escogidos" (Mat. 1:16).

 

   Empezaremos por la significación comparativamente limitada que consideramos que tuvo originalmente. En cierto sentido es una advertencia a los discípulos. Es como si Jesús les dijera: «Habéis tenido el gran privilegio de entrar en la comunidad del Reino muy temprano, en su mismo principio. Otros entrarán después. No debéis reclamar un honor ni un lugar especial por haber sido cristianos desde antes que ellos. Todas las personas, independientemente de cuando entraran, Le son igualmente preciosas a Dios.»   

 

Hay personas que creen que, porque son miembros de una iglesia desde hace mucho, la iglesia les pertenece y ellos pueden dictar su política. A tales personas les molesta lo que les parece una intromisión de la nueva sangre o el surgimiento de una nueva generación con planes y métodos diferentes. En la Iglesia Cristiana la antigüedad no representa necesariamente un grado. Contiene una advertencia igualmente definida a los judíos. Ellos sabían que eran el pueblo escogido, y por nada del mundo lo olvidarían. En consecuencia, miraban a los gentiles por encima del hombro. Corrientemente los odiaban y despreciaban, y no esperaban más que su destrucción. Esta actitud amenazaba con transmitirse a la Iglesia Cristiana. Si se dejaba entrar a los gentiles de alguna manera tendría que ser como inferiores. « En la economía de Dios -como ha dicho alguien- no hay tal cosa como una cláusula de nación privilegiada.»  Bien puede ser que los que somos cristianos desde hace mucho tengamos mucho que aprender de las iglesias jóvenes que han ingresado mucho después en la comunidad de la fe.

 

Para los hebreos la primer hora concordaba con la seis de la mañana nuestra hora y las once concordaba con las 17 horas. Ajustando las cuentas con los trabajadores, el patrón de la viña no ofendió a aquellos trabajadores que comenzaron a trabajar desde una hora muy temprana, por el simple hecho que él pagó la misma suma de dinero a los restantes trabajadores. Los que vinieron antes recibieron la suma acordada, y los que llegaron tarde recibieron la misma suma debido a la misericordia del patrón. Con esta parábola el Señor nos enseña que la gracia de Dios, así como la vida eterna, no se les da a la gente debido al resultado de una cuenta aritmética, por la cantidad de las acciones o por el tiempo que está en la Iglesia, sino, por la misericordia de Dios. Los judíos creían que ellos como los primeros y más cercanos miembros del Reino del Mesías tenían que ser premiados más que los cristianos de descendencia no hebrea unidos a este Reino más tarde.

 

 Los hombres que se ponían en la plaza del mercado no eran vagos que estuvieran allí pasando el tiempo. La plaza del mercado era donde se contrataban normalmente los obreros. Un hombre iba allí a primera hora de la mañana con sus herramientas, y esperaba hasta que alguien le contratara. Los hombres que estaban todavía esperando trabajo hasta las 5 de la tarde es prueba de lo desesperada que era su situación. Estos hombres eran jornaleros; per tenecían a la clase más baja de los trabajadores, y la vida era para ellos desesperadamente precaria. Los esclavos y los siervos se consideraban, por lo menos hasta cierto punto, parte de una familia; estaban en un grupo; su fortuna variaría de acuerdo con la de la familia; pero nunca estarían en ningún peligro inminente de morirse de hambre en circunstancias normales. Pero los jornaleros lo tenían muy diferente. No pertenecían a ningún grupo. Las horas de la parábola eran las del horario normal judío. La jornada laboral judía empezaba al amanecer, como a las 6 de la mañana;. y desde entonces se contaban las horas hasta las 6 de la tarde, que era cuando empezaba oficialmente el nuevo día. Contando desde las 6 de la mañana, por tanto, la tercera hora eran las 9, la sexta las 12 de mediodía, y la undécima las 5 de la tarde. Esta parábola nos da una descripción gráfica de la clase de cosa que sucedería en la plaza del mercado de cualquier aldea o pueblo de Palestina cuando había prisa para recoger la cosecha antes que viniesen las lluvias.

 

Propongo dos ejemplos para ver la parabola:

  1. Aquí está también la generosidad de Dios. Estos hombres no hicieron todos el mismo trabajo, pero recibieron el mismo jornal. La primera es, como ya se ha dicho: «Todo servicio cuenta lo mismo para Dios.» No es la cantidad de servicio lo que cuenta, sino el amor con que se presta. Puede que uno dé de lo que le sobra una ayuda de 10,000 pesos, y es verdad que se le agradece; un niño puede que haga un regalo de cumpleaños o de navidad que cuesta unas pocas monedas que fueron cariñosa y laboriosamente ahorradas para ese regalo que, aunque costaba poco dinero, llegaba al corazón mucho más que el otro. Dios no mira solo la magnitud de nuestro servicio. Siempre que sea todo lo que podemos aportar, todo servicio cuenta lo mismo para Dios
  2. La segunda lección es aún más grande: Todo lo que Dios da es pura gracia. Nunca podríamos ganar lo que Dios nos da; no podemos merecerlo; Dios nos lo da movido por la bondad de Su corazón. Lo que Dios da no es paga, sino regalo; no es un salario, sino una gracia. Sin duda esto nos conduce a la suprema lección de la parábola: Lo más importante del trabajo es el espíritu con que se hace. Los siervos estaban divididos naturalmente en dos clases. Los de la primera habían llegado’ a un acuerdo con el propietario, tenían un contrato; dijeron: «Trabajaremos para ti si nos das tal jornal.» Como mostró su comportamiento, todo lo que les interesaba era recibir lo más posible por su trabajo. Pero los que se incorporaron después, no se menciona ningún contrato; lo que querían era la posibilidad de trabajar, y dejaron todo lo referente al jornal al criterio del propietario.

Pero Dios tiene otro medidor de la virtud. Sobre Su balanza están las siguientes cualidades que debe poseer la gente: sinceridad, diligencia, amor puro y finalmente la humildad que para Él, es más valorada que el aspecto formal de las acciones de una persona. El malhechor sensato, habiéndose arrepentido tan profundamente y con tanta sinceridad sobre la cruz, con toda su fe y con todo corazón creyó en el rechazado y mutilado Salvador, fue digno del Reino de los Cielos al mismo nivel con los otros virtuosos que sirvieron a Dios desde la infancia. Dios nos tiene misericordia debido a Su Hijo Primogénito y no por nuestros méritos. Sobre este concepto está fundada toda la esperanza de los pecadores que con un solo suspiro de arrepentimiento que parte desde lo profundo del alma, pueden atraer la misericordia de Dios y la salvación eterna. Las buenas acciones de una persona y una vida cristiana, son testigos de un sincero concepto religioso, fortalecen en la persona la gracia recibida, pero no son méritos delante de Dios en el concepto jurídico de la palabra.

 

En ella se encuentra el consuelo de Dios. Quiere decir que no importa cuándo haya entrado una persona en el Reino, si más tarde o más temprano, si en el primer hervor de la juventud, o en el vigor del mediodía, o cuando se alargan las sombras; se es igualmente querido para Dios. Los rabinos tenían un dicho: «Algunos entran en el Reino en una hora; otros necesitan toda una vida.» En la descripción de la Santa Ciudad que encontramos en Apocalipsis hay doce puertas. Hay puertas que dan al Este, que es por donde amanece, por las que una persona puede entrar en la alegre aurora de sus días; hay puertas que dan al Oeste, que es por donde se pone el sol, por las que una persona puede entrar en el ocaso de sus días. No importa cuándo llegue una persona a Cristo; le es igualmente querida. ¿No podríamos ir todavía más lejos con este pensamiento del consuelo? Algunas veces una persona muere llena de años y de honores, con su labor concluida y su tarea completada. Algunas veces muere joven, casi antes de que se le haya abierto la puerta de la vida y de la oportunidad. Ambos recibirán de Dios la misma bienvenida, a ambos los estará esperando Jesucristo, y para ninguno de los dos, en el sentido de Dios, ha terminado la vida demasiado pronto o demasiado tarde. 

 

Uno no es cristiano si no tiene interés nada más que en la paga. Pedro preguntó: « ¿Qué vamos a sacar nosotros de todo esto?» El cristiano trabaja por el gozo de servir a Dios y a sus semejantes. Por eso es por lo que los primeros serán los últimos, y los últimos serán los primeros. Muchas personas que han obtenido grandes galardones en este mundo tendrán un lugar poco importante en el Reino si en lo único en que pensaban era en las recompensas. Muchos que, según lo valora el mundo, son pobres, serán grandes en el Reino, porque nunca pensaron en términos de compensaciones, sino trabajaron por la ilusión de trabajar y por la alegría de servir. Es la paradoja de la vida cristiana que el que trabaja por la recompensa, la pierde; y el que olvida la recompensa, la encuentra.

Etiquetado en parábolas cristianas

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J
buena <br /> historia
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A
Gracias por las ensenanzas que Dios les bendiga por este overblog
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