El Llamado de Samuel

Publicado en por Hermano Jorge Jimenez A

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   Queridísimo hermano en Cristo: Dios cuando llama lo hace de diferente manera y bajo diversas circunstancias para trabajar en su obra, ¿nos hemos ya preparado y estamos listos? si El Señor llama. Samuel uno de los profetas de Dios fue elegido para cuidar del templo de oración desde pequeño, como agradecimiento por la vida. Samuel escucho la voz de Dios que lo llamo una noche donde le anunció que Heli y sus hijos serian castigados con un terrible mal cuando estos murieron el pueblo eligió al joven Samuel como sacerdote y Dios empezó a traerle sus mensajes y al guiarlo en todo; el Pueblo pidió que se le diera un rey. Samuel consultó a Dios, y el Señor le dijo que el rey seria Saúl, el cual era el ultima de la Ultima familia, de la mas pequeña tribu de Israel. Samuel lo llamó y le echo aceite sagrado sobre su cabeza y lo proclamó rey ante todo el pueblo. Y sucedio que Saúl empezó a desobedecer a lo que Dios ordenaba, y entonces el Señor le dijo a Samuel: "He retirado mi espiritu de Saúl y lo he pasado a David. Iras a Belén y ungiras a ese joven como rey". Samuel se fue a Belen a buscar a David para ungirlo como rey.

 

El llamado de Samuel.


     El joven Samuel ministraba a Jehová en presencia de Elí; y la palabra de Jehová escaseaba en aquellos días; no había visión con frecuencia. Y aconteció un día, que estando Elí acostado en su aposento, cuando sus ojos comenzaban a oscurecerse de modo que no podía ver, Samuel estaba durmiendo en el templo de Jehová, donde estaba el arca de Dios; y antes que la lámpara de Dios fuese apagada, Jehová llamó a Samuel; y él respondió: Heme aquí. Y corriendo luego a Elí, dijo: Heme aquí; ¿para qué me llamaste? Y Elí le dijo: Yo no he llamado; vuelve y acuéstate. Y él se volvió y se acostó. Y Jehová volvió a llamar otra vez a Samuel. Y levantándose Samuel, vino a Elí y dijo: Heme aquí; ¿para qué me has llamado? Y él dijo: Hijo mío, yo no he llamado; vuelve y acuéstate. Y Samuel no había conocido aún a Jehová, ni la palabra de Jehová le había sido revelada. Jehová, pues, llamó la tercera vez a Samuel. Y él se levantó y vino a Elí, y dijo: Heme aquí; ¿para qué me has llamado? Entonces entendió Elí que Jehová llamaba al joven. Y dijo Elí a Samuel: Ve y acuéstate; y si te llamare, dirás: Habla, Jehová, porque tu siervo oye. Así se fue Samuel, y se acostó en su lugar. Y vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye. 

(1°. Sam. 3:1-10)

 

 Cuando Dios llama siempre es él quien toma la iniciaiva, y no es porque nos necesite sino porque él desea compartir su obra salvadora y divina el el plan salvifico de Dios.

    El texto nos habla de un sacerdote llamado Elí tenía dos hijos (1:3), los cuales ofendían con su conducta indecente a Dios y a la familia del sacerdote (2:12-17). Por otra parte, Dios bendijo a Ana a través de la intercesión a Dios echa por Elí y ella tuvo más hijos e hijas que suplieron la ausencia de Samuel, que ella no podía tener junto a sí por haberlo dedicado a Dios (2:20, 21). Mientras, el sacerdote Elí consentía a sus hijos rebeldes; les llamaba suavemente la atención acerca de sus excesos, por eso ellos continuaban así (2:22-25). Pero en el templo, la buena fama de Samuel seguía creciendo (2:26). Tuvo que venir un enviado de Dios diferente de Elí, para que dijera a éste todas sus faltas y lo que éstas le acarrearían, pues Elí había honrado más a sus hijos que a Dios (2:29); todo el contexto es 2:27-34. Como Elí no estaba haciendo lo bueno, Dios le anuncia que levantaría un sacerdote fiel (2:35).

   En una ocasión, cuando Samuel dormía junto al arca de Dios, hecho que demuestra la limpieza de este joven y la aceptación que tenía para con Dios y “Antes que la lámpara de Dios fuese apagada”, frase que indica, según Lev. 6:12, 13 que era ya el amanecer, cuando era necesario reavivar la llama del templo, que nunca debería extinguirse, después de mucho tiempo que la voz de Dios no se escuchaba en ese lugar, esa mañana se oyó, pues ya había quien escuchara. Samuel oyó la voz y dijo “heme aquí”, que significa “estoy listo”. No es una respuesta que implique duda sino disposición. Hoy Dios sigue llamando a muchos (no con voz audible a los oídos); Él habla al corazón del hombre de muchas maneras: En la oración, en la reunión de la iglesia, en la predicación, en una plática con otra persona y a través de muchas circunstancias. Los que son de Dios, oyen y atienden su llamado.

   El mismo llamado de Dios ocurrió una segunda vez a Samuel. Él conocía de Dios como nosotros lo conocemos, pero nunca antes había escuchado su voz. Hasta la tercera vez, Elí entendió que, como él no oía la voz, entonces Dios quien llamaba a Samuel. Entonces el sacerdote pudo haber pensado: ¿Por qué a mí no me llama? y tuvo que reflexionar en que era porque no estaba actuando en su ministerio en consonancia con lo que Dios quería; llegar a esta conclusión debió ser algo muy doloroso, como lo sería para nosotros si nos ocurriese lo mismo o, ¿nos está ocurriendo?, ¿oye usted de manera espiritual la voz de Dios que le llama a su obra?, reflexione en esto. Seguramente el sacerdote Elí llegó a la conclusión que debía ser sustituido; por lo menos se dio cuenta de ello y es algo bueno. Pidamos a Dios que las personas que han cumplido con su ministerio y las que no han cumplido, se den cuenta (como el sacerdote Elí), del momento en que deben ser sustituidos por alguno que fue sus compañero, su auxiliar o su discípulo. ¡Qué importante para la causa del evangelio es que cada uno de nosotros entendamos esto, para nunca ser un obstáculo! Después que Elí comprendió todo esto, dio las instrucciones a Samuel, para que, cuando Dios volviese a llamarlo, respondiese de inmediato.

    Así que Dios llamó una vez más a Samuel y él contestó “Habla, porque tu siervo oye” (ya estaba preparado y su vida y testimonio que aparecen en nuestra Biblia lo avalan, presentándolo como juez y profeta fiel de Dios, valeroso y digno). Así como Samuel, un siervo de Dios no puede ni debe poner objeciones al llamado de Él, sino que debe estar dispuesto a obedecerle y seguirle sin importar el costo. Si Dios le llama a usted, no ponga objeciones ni pregunte por qué, sino diga “heme aquí”, “¿para qué me quieres?”.

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