Jesús caminar sobre las aguas
Inmediatamente Jesús mandó a los discípulos que subieran a la barca y que se adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y después de despedirla, subió al monte a orar a solas. Cuando se hizo de noche seguía él solo allí. Mientras tanto la barca ya se había alejado de tierra muchos estadios, sacudida por olas, porque el viento era contrario. En la cuarta vigilia de la noche vino hacia ellos caminando sobre el mar, se asustaron y dijeron: -¡Es un fantasma!- y llenos de miedo empezaron a gritar. Pero al instante Jesús habló: - Tened confianza, soy yo, no tengáis miedo. Entonces Pedro le respondió: - Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. - Ven- le dijo él. Y Pedro se bajó de la barca y comenzó a andar sobre las aguas en dirección a Jesús. Pero al ver que el viento era muy fuerte se atemorizó y, al empezar a hundirse, se puso a gritar: - ¡Señor, sálvame! Al instante Jesús alargó la mano, lo sujetó y le dijo: - Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado? Y cuando subieron a la barca se calmó el viento. Los que estaban en la barca le adoraron diciendo: - Verdaderamente eres Hijo de Dios
(Mateo 14:28-32)
Queridos hermanos en Cristo. No siempre es fácil discernir el verdadero del falso profeta. En ocasiones se nos presentan circunstancias personales o sociales en las que no sabemos a ciencia cierta descubrir la voluntad de Dios en nuestra vida. Un criterio seguro de discernimiento se mide por el contenido de las promesas: cuando todo parece de color de rosa y se nos asegura una vida cómoda, hay muchas sospechas de que venga de Dios. Cristo nos dijo que, si queríamos seguirlo, deberíamos tomar nuestra cruz e ir detrás de Él. Nunca nos habló de triunfos rápidos y fáciles, al estilo del mundo. Más bien, nos alertó ante el desaliento de la prueba, pero nos aseguró, al mismo tiempo, la fuerza para vencerla: “En el mundo habréis de encontrar tribulación, pero confiad: Yo he vencido al mundo” (Jn 16,33). Al ver a Jesús andar sobre las aguas por su propio poder debe llenarse nuestra alma de confianza y seguridad: a pesar de todas las dificultades del mar, de todos los vientos y tempestades, si vamos con Cristo, todo lo podemos. En su nombre, también nosotros podemos caminar sobre las aguas. Lo importante es tener fe en Él, confiar en la fuerza de su palabra y no aceptar dudas. Hemos de mirarlo a Él sin ponernos aconsiderar el viento y el mar.
Esta manifestación Jesús ofrece otra forma de hacer las cosas; tener fe sin dudar ya que el el Señor camino sobre las aguas, demostando su poder y divinidad y nos muestra su misión que para Dios nada es imposible, calminando sobre las aguas. Una vez más sus discípulos son los protagonistas de este pasaje y aún no acaban de entender y nuevamente son testigos de cómo Jesús camina sobre las aguas. En nuestra vida también pasamos por el miedo que experimentaron aquella noche los discípulos, a pesar de ser expertos pescadores. A nuestra barca particular, que es nuestra vida y nuestra historia personal y también a la barca de la Iglesia le vienen vientos fuertes en contra y tenemos miedo de ahogarnos con los pesares de la vida. Sin embargo, del mismo modo como para aquellos apóstoles, la paz y la serenidad nos vendrán de que admitamos a Jesús junto a nosotros. Sólo así podremos oír que nos dice: “ánimo, soy yo, no tengáis miedo”.
Este “no tengáis miedo” va dirigido cantidad de veces por Jehova en el Antiguo Testamento, y por Jesús otras tantas en el Nuevo Testamento a los llamados a realizar alguna misión. Y hoy nos interpela a nosotros. Por tanto, hoy Cristo nos invita a permanecer en su amor y a ser fuertes ante las dificultades. Porque Él está con nosotros y sólo con Él seremos capaces de vencer los vientos más fuertes que arrecien contra nuestra vida. Sólo cuando bajamos los ojos de su Persona y nos miramos a nosotros mismos, empezamos a hundirnos, como Pedro. ¡Señor, aumenta mi fe y mi confianza en ti! Nunca permitas que me mire a mí mismo. Enséñame siempre a caminar en la vida con mi mirada puesta en ti, pues contigo todo lo puedo, a pesar de todas las tempestades y dificultades. hermano querido en Cristo; te das cuanta que durante toda nuestra existencia, el barco de nuestra vida va a tener vientos y tempestades que muchas veces sentiremos que nos ahogamos en ellas; pero Cristo nos da una esperanza: No tener miedo; porque es el quien nos esta cuidando.